Él no se lo esperaba pero el pasado sábado el pueblo de Pozoblanco, sus antiguos alumnos y la familia salesiana de la localidad rindieron un emotivo homenaje a Eusebio Andujar, un sacerdote salesiano que tras 21 años en el colegio de Pozoblanco ha dejado una huella imborrable.
Don Eusebio, como todo el mundo le llama, no dejaba de preguntarse "¿qué habré hecho yo?" al volver, por unas horas, a "su casa" de la que se marchó en mayo del año pasado para trasladarse a la Casa Salesiana de Córdoba.
Su memoria, que le ha empezado a fallar, estaba más fresca que nunca cuando saludaba a sus alumnos y a sus amigos con los que recordaba anécdotas vividas. Además, desde el sábado el salón de antiguos alumnos, sede también de la cofradía del Cristo del Perdón y Nuestra Señora de la Amargura, se llama Centro don Eusebio Andujar Romero.
SIEMPRE CON LOS JÓVENES
Todo surgió de la propuesta que hizo un antiguo alumno al presidente de la asociación, Rafael Villarreal, que no dudó en llevar la iniciativa a la reunión que celebró la directiva el 19 de noviembre del 2007, donde se aprobó por unanimidad y es que todos estuvieron de acuerdo en que los homenajes hay que hacerlos en vida.
De él destacaron los que intervinieron en el acto que, como auténtico salesiano, siempre estuvo con los jóvenes, fiel al estilo de San Juan Bosco, incluso defendiéndolos frente al rechazo de algunos superiores. Su entrega ha sido tal que le doliese la cabeza o la rodilla siempre estaba a disposición de quien lo buscase, con un inmenso manojo de llaves que abrían todas las puertas del colegio y de sus distintas dependencias. Que hacía falta un balón pues se recurría a él, que había que abrir tal o cual clase pues se iba en busca suya.
Este salesiano ejemplar ha vivido con pasión los oratorios del verano, mezclándose y charlando con los niños, dándoles una palabra de ánimo y de afecto, aunque éstos hicieran alguna travesura.
El homenaje fue muy emotivo y contó con la presencia del coro de los antiguos alumnos, que interpretaron los himnos de Don Bosco y de los antiguos alumnos, y del concejal Serafín Pedraza, en representación del Ayuntamiento.
INTENSA VIDA SALESIANA
Desde su llegada a Pozoblanco en el curso 1985-1986 fue jefe de estudios, consiliario de los antiguos alumnos y de la cofradía o capellán del club deportivo Pozoblanco.
Nacido en Torrecampo en 1927, durante sus primeros años ayudó a sus padres en las tareas del campo. Estudió teología y filosofía y pasó por los colegios de Antequera, Montilla y Córdoba, entre otros. Fue ordenado sacerdote en 1958 y su primera misa la oficia en Torrecampo el 29 de junio de 1958. Fue todo un acontecimiento, hasta el punto que el Ayuntamiento colocó un gran altar en la plaza del pueblo. Cuentan que otro salesiano recordado, don Fernando, preparó todos los actos.
Cuando en el año 2003 fue trasladado por el inspector a Antequera, su despedida de Pozoblanco ocasionó más de una lágrima. Pero la marcha duró poco y al año siguiente volvió al colegio de Pozoblanco.
ALEGRÍA
Tras la sorpresa inicial, don Eusebio dijo sentirse feliz por ver a tantos amigos junto a él. Y es que, como decía, “en estos 21 años algo habremos hecho”. Y tanto. Rafael Villarreal decía en su discurso que él había sido el modelo para todos los que pasaron por el colegio y recordaba “los ratos de charla en el salón de la asociación y los consejos que nos daba”.
Don Eusebio tuvo, muy a su pesar, que acatar la orden de su superior y marcharse a su nuevo destino de Córdoba hace menos de un año. Quería pasar los últimos años de su vida en Pozoblanco, así lo dijo y lo repitió el sábado. De que no se marche del todo ya hay quien se va a ocupar, de hecho el director del colegio, Diego Molina, le animó a pasar aquí largas temporadas en verano, con su oratorio “y ya con la tranquilidad de que quedarás liberado de la responsabilidades de antes”.
Estuviera o no en su homenaje lo cierto es que todo aquel que tuvo alguna relación con este salesiano tendrá siempre en su memoria momentos felices vividos en cualquiera de los rincones del colegio. Su forma de ser ha impregnado nuestra memoria.
Este torrecampeño con corazón pozoalbense se merece ser receptor ahora del cariño que él ofreció a los demás durante tantos años.