El mirador del teatro El Silo ha acogido la presentación de "Las ciudades de la luz, de París a la India con billete de vuelta", de Javier Redondo Jordán.
-INTERVENCIÓN DE EMILIANO POZUELO (CONCEJAL DE CULTURA) Y PÉREZ ZARCO (ESCRITOR, PROFESOR Y PRESENTADOR DEL LIBRO): Ir a descargar
-PRIMERA PARTE INTERVENCIÓN JAVIER REDONDO JORDÁN: Ir a descargar
-SEGUNDA PARTE INTERVENCIÓN JAVIER REDONDO JORDÁN: Ir a descargar
Fernando Sánchez Dragó, afamado escritor y divulgador literario, ha escrito el prólogo de Las ciudades de la luz, de Javier Redondo Jordán. He aquí un fragmento del texto de Dragó:
«El autor de Las ciudades de la luz es un escritor de raza, de cuerpo entero y de claro futuro [...]. Sus páginas están escritas con extrema pulcritud gramatical, sólido pulso narrativo, autoridad filosófica y exquisito gusto literario [...]. Me di cuenta enseguida de que Javier Redondo Jordán era un anacronismo, era de lo que ya no hay, era un superviviente llegado de épocas remotas e infinitamente superiores a las actuales, y era, por encima de cualquier otra consideración, un individuo lanzado a la aventura de la vida por el camino de la ilustración y adornado por toda suerte de atributos morales, emocionales, culturales e intelectuales.»
Este libro pertenece al género de la literatura de viajes, entendida ésta como la tentativa de poner en orden e interpretar por escrito el proceso interior de cambio que opera en el viajero durante el viaje exterior.
El título de Las ciudades de la luz alude a la luz singular que alumbra, de forma distinta a cada una, a las tres ciudades principales en las que se centra el trayecto: París, Benarés y Pozoblanco. A ellas están dedicadas las tres partes de las que consta el libro: París, La Ville Lumière, corazón del Siglo de las Luces; Benarés, capital espiritual de la India, lugar de tránsito, iluminación y renacimiento; y Pozoblanco, escenario de la niñez del autor, adonde termina por conducirle su billete de vuelta.
El billete de vuelta simboliza también la conciencia de que todo tiene un final. Hay muchos muertos en estas páginas. Tal vez por ser en el instante de la confrontación con la muerte, propia o ajena, cuando más nos acercamos a las verdades simples que aprendimos de niños. La muerte, al fin y al cabo, resulta ser el último billete de vuelta.
Quien se acerque a esta obra descubrirá, ante todo, una cartografía íntima y sentimental de los efectos que el camino induce en nuestra persona. Y es que mediante la contemplación del entorno acabamos conociéndonos, casi sin querer, a nosotros mismos, pues somos, en el trance de viajar, simultáneamente observador, instrumento de medida y objeto de ensayo de nuestra propia conciencia.
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