Como cada 1 de noviembre los cementerios fueron los lugares más visitados y nosotros nos hemos dado una vuelta por el de Pozoblanco, llamado de Nuestra Señora de los Dolores.
El acceso al campo santo con la capilla al fondo transmite respeto con el camino que hay que recorrer flanqueado por árboles:
Obras de ampliación en la parte nueva:
Los operarios trabajando esta semana:
Las galerías rebosantes de flores colocadas estos días en los nichos por sus seres queridos:
El cementerio necesita renovar urgentemente las escaleras, escasas y muy viejas, lo que dificulta el acceso de las personas a los nichos altos:
Los "guardianes" del cementerio de Pozoblanco:
Un lugar de muertos que estos días visitan muchos vivos, recordando a los que se marcharon:
Monumento en el centro:
Interior de la capilla que preside la imagen de la virgen de los Dolores:
La fachada de granito de la iglesia situada en la entrada al cementerio:
Las ausencias, por Manuel Fernández (30-10-2010 Diario Córdoba):
Los cementerios son la historia enterrada a la que acuden los vivos para reflexionar por unos momentos en la muerte y en el pasado. Sobre todo en los pueblos donde las caras, todas conocidas, van desapareciendo bajo tierra. Al camposanto se va para orar, para adecentar el eterno descanso con flores y cal y para echar un vistazo a la memoria y hacer presentes, de alguna manera, a los difuntos con los que cada cual, aparte creencias y religiones, mantiene una especial relación. Estén o no en el cielo católico, en el paraíso musulmán o en el cosmos o en la nada de los agnósticos, nuestros difuntos, los muertos que hemos conocido, siguen siendo para nosotros quienes fueron en vida. Nadie se imagina a Platón como cadáver sino como un filósofo. Como no pensamos en San Pedro, el primer Papa, todavía sin palacios, sin púrpura y con suegra, comido por los gusanos; ni en Cervantes como un fiambre sin un brazo, sino como el creador del Quijote entre cárceles, batallas y lances. El culto a la muerte y al luto está bien por un periodo pero, pasado ese tiempo, el muerto sale de su tumba, se funde en nuestra memoria y se acabaron los lloros, las ánimas benditas, los pucheros y esa necrofilia de negro que horada la vida e impide caminar. De esa forma el Día de los Difuntos, en vez de un torrente de llanto se puede convertir en una lágrima furtiva, por la emoción que conlleva todo recuerdo, pero, al momento, en una especie de fiesta de cumpleaños para rendir memoria a quienes nos dejaron sin quererlo. No hay otra manera de convivir con los muertos sino recordándolos como vivos. Los cementerios son la historia bajo tierra, o a ras de nicho. Pero historia. Cada cual acude a ellos a su manera. Lo malo quizá sea la ausencia física. Que a veces es insoportable.
ENTREVISTA CON EL CONCEJAL RESPONSABLE DEL CEMENTERIO MUNICIPAL, MANUEL CABRERA:
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*(También aborda las actuaciones que están haciendo para reducir la colonia de palomas)
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