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miércoles, 17 de agosto de 2011

Las mágicas noches de Nivel 0



Acababan los años 80, esos años donde los grupos nacionales de la movida madrileña lo habían invadido todo. Los Secretos, El Último de la Fila, Radio Futura. En aquellos años 90, Madonna es lo que hoy es Lady Gaga, una cantante que no dejaba indiferente a nadie ni por sus canciones ni por su vida privada.
En la primavera del año 90 en Pozoblanco se corría un rumor del que todos los jóvenes hablaban: “se iba a construir una Discoteca en Pozoblanco de gran nivel”. Por aquellos años se había producido un cambio radical en la movida nocturna. Había una fiebre por montar un pub. El Azahara fue el primero y a él le siguieron el resto de pubs como El Bola, El Vía, Los Arcos que estaba a medio camino entre pubs y discoteca con el famoso vaso Budari.
Fue entonces cuando a un grupo de empresarios se les ocurrió la idea de que una gran discoteca triunfaría en Pozoblanco pues el ocio nocturno por aquellos años era un gran negocio. Hasta entonces estaban dos pub-discotecas como eran el Andalus, Los Arcos y luego estaba La Sonia-la BCM actual- donde se organizaban aquellas macro-fiestas de estudiantes y los fines de semana llenaba día tras día.
Eran unos tiempos donde en verano venía mucha gente de fuera, el turismo familiar de los veranos hacía del pueblo un lugar idóneo para la movida. Además en los pueblos de la comarca se llevaba aquello de ir a Pozoblanco, el que no tenía coche a dedo, haciendo auto-stop y el que no tenía venía siempre cargado hasta la bola. Pozoblanco era el centro de la movida aunque en aquellos años Villanueva de Córdoba también contaba con una movida de lo más cañero. Si en Pozoblanco se estaba instaurando la cultura de los pubs, allí había tres discotecas como la Titos, la Jarots y la Sistema.
Al principio del verano de 1990, lo que parecía un rumor era ya una realidad, Pozoblanco tendría una discoteca de grandes dimensiones que se abriría en breve. Lo que nadie esperaba es que fuera tan grande. En un principio tendría 1.600 metros cuadrados sobre un terreno de 20.000 metros por si todavía se quedaba pequeña como luego sucedió.
Aquel 26 de julio de 1990 había un reguero de gente esperando a que se abrieran las puertas de la nueva discoteca. Colas y colas aguardando para el estreno de un local en el que se pincharían miles y miles de discos, en el que se servirían millones de copas, en el que se marcarían miles de bailes, miles de insinuaciones-de buen y mal gusto- y en el que se producirían cientos de amores y también cientos de desamores.
Aún recuerdo esa cola que hicimos aquellos adolescentes que éramos entonces para entrar a esa bestialidad de discoteca que impactó de una manera brutal. Lo hizo no solamente por sus dimensiones. Impactó por su decoración, iluminación, sonido y por más cosas que iremos detallando. Ahora quedaba que impactara por su ambiente como así fue. Impactaron los camareros y camareras- muchos de la zona y otros venidos de fuera-. Ser entonces camarero de la Nivel 0 era de lo más apreciado pues era el lugar de moda de la zona.
Mientras que en la enorme cabina de Nivel 0, no sé cuanto metros de longitud, aparecían dos jóvenes DJ de 18 y 19 años. Andy y Fleky. Ambos iban vestidos de la misma manera, con el mismo peinado, con flequillo y pinchado una música desconocida para la movida nocturna de Pozoblanco. Pinchaban vinilos moviendo las manos con una energía rompedora, cuadraban las mezclas, se turnaban el micro. Era la locura de las noches de Nivel 0 desde el puesto de mandos musical, cabina de música. La gente le ponía nombre a esas canciones que escuchaban: “música dance, bacalao, techno, música electrónica”. Qué más daba gustaba aquella música de baile aunque aquellos amantes de la música nacional se quedaban un tanto fuera de juego hasta que años despué se construyó la Sala 2, la terraza de la Nivel 0, a partir de ahí los sibaritas de la música pop volvían a coincidir con los fiesteros de la batalla.
Cada noche era un espectáculo. Valía la pena pagar la entrada aunque no fuera barata. Las noches eran mágicas. La algarabía se apoderaba de la sala. En la pista se alzaban los brazos, se movía el cuerpo y la cabeza se adentraba en el sonido de la noche.

Nivel 0 empezó a aprovecharse de la situación geográfica. Los extremeños decían, Pozoblanco no queda tan lejos, los de Castilla La Mancha no veían que Nivel 0 quedara tan retirada y de Córdoba empezaron a venir más y más gente como de Jaén.
El Relaciones Pública era Richard. Por aquellos años no se llevaba esa figura. Richard llegaba de la movida valenciana y era un tipo listo, bajito y muy campechano que enamoraba por su forma de acercarse y dirigirse a la gente y como no, por su forma de entender el mundo de la noche. Trajo fiestas increíbles y espectáculos nunca vistos. (fiestas, macro-fiestas, actuaciones, conciertos, concentraciones, desfiles, giras de verano llevando la música a toda la comarca y un mundo de ocio nocturno con una marca Nivel 0 que parecía que no tendría límite ni fecha de caducidad).
En las plataformas bailaban chicas rompedoras que movían las caderas como en la serie del momento Fama aunque con más sensualidad, en las barras los camareros bailaban las botellas y en la cabina el espectáculo continuaba cada noche con más ritmo con la llegada de Pedro Ángel y Juan Pedro que se sumaban al equipo. DJOCKEY que bailaban en la cabina al ritmo de “Sensible”. Lo platos se movían entre la locura juvenil de aquellos fines de semana. Andy, Pedro Ángel “El Espartero”, Juan Pedro. Todo ello entre la oscuridad total que se rompía cuando los flashes, las luces y los laser aparecían entre el baile alocado de aquellos jóvenes de principios de los 90. La vista entre aquellos colores luminosos de aquellas innovadoras luces y el sonido de aquella música disco cuando los vinilos bailaban en aquellos platos que eran como los tocadiscos de antes pero con unas revoluciones y un ritmo descomunal.
En la discoteca se abre una zona de verano de 6500 metros con burguer y pista de baile con ritmos nacionales y latinos. En esa zona de fuera había menos ruido, se podía hablar y atraía a la gente de más edad. Luego en invierno se cubría.
La puerta de la Nivel 0 también tenía su encanto. Su pequeño jardín, un terreno amplio alrededor para aparcar y para echar una canita al aire en el coche. Todo estaba tan bien estudiado.
Pero como todo es fugaz en la vida, Nivel 0 también lo fue. Pasó del éxito al fracaso más rotundo. El ciclo tocó su fin. Como suele pasar mientras más grande eres peor es tu caída. Una fiesta de la espuma trajo una muerte en la sala uniéndose a otros accidentes que allí sucedieron. Empezaron los controles de alcoholemia, la gente empezó también a añorar la música nacional, la Sonia cambió de nombre y pasó a llamarse BCM incorporando a un grupo de negritos traídos de la movida de Ibiza entre los que estaba el ahora cantante y gran productor Carlos Jean que era el animador de fiestas, los veranos empezaron a ser del Coco-Loco. Todo ello sumó y provocó que el gran templo musical de Pozoblanco se derrumbara de una manera bárbara. Una discoteca tiene sus ventajas de que si la llenas te forras pero si no tienes un problema. La gente al ver la discoteca media tenía la sensación que la discoteca estaba vacía. Para abrir una noche tenías que pagar muchos sueldos y todo era más difícil.
Esa fue la última época de Nivel 0. Una época gris que sin embargo no empaña lo que fue un día esa discoteca. Fue un nuevo concepto de movida, un nuevo concepto de música. Un nuevo concepto de diversión. Un nuevo concepto de baile. Un nuevo concepto de pensamiento. Nivel 0 no era sólo una discoteca sino una forma de vida porque uno esperaba el fin de semana para encontrar la chica o chico que te gustaba, para escuchar o bailar música o para echar un rato con tus amigos. Todos esperaban el fin de semana con unas ganas locas de divertirse.
Nos sumergimos en aquellos seis años de Nivel en las mayores fiestas de la noche, en el mejor espectáculo nocturno, en el epicentro de Andalucía en la música de baile.
Aún recuerdo aquellas noches de verano de aquellos años 90, bajo la luna llena de aquellos meses calurosos, donde nadie era nada si no estaba en Nivel 0 el fin de semana. Era una manera de relacionarse y de integrarse ya fuera hablando, bebiendo o hablando. En las noches de aquellos inviernos no existía el frío en las largas horas que pasábamos en Nivel 0.
Para muchos vallesanos, Nivel 0 fue la discoteca de los mejores años de su vida de la que guardan los recuerdos de su juventud ya sea bailando, ligando o simplemente tomando una copa. Un whisky por favor. Hasta los cubalibres parecía que sabían mejor.

 

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