EN PROTAGONISTAS LOS PEDROCHES, DE PUNTO RADIO POZOBLANCO, PODRÁ ESCUCHAR UN AMPLIO RESUMEN CON LOS SONIDOS DE LAS JORNADASLa sociedad científica de la Inglaterra victoriana fue determinante a la hora de conceder a Darwin la prioridad sobre el estudio del origen de la especies, una teoría coincidente en el tiempo con la de Alfred Wallace. Cómo se sucedieron los acontecimientos y el incesante correo de Darwin con esta sociedad científica fue puesto sobre la mesa de las jornadas por Fernando Pardos, profesor de Zoología de la Universidad Complutense de Madrid. Según Pardos, los amigos y mentores de Darwin, Charles Lyell y Josep Hooker fueron los que verdaderamente tomaron las riendas de la situación cuando descubrieron que Alfred Wallace, que estaba en Malasia recogiendo especies tropicales para su estudio y envío a científicos británicos, también estaba trabajando sobre la teoría de la evolución de las especies.
Aunque existía una diferencia de edad de 14 años entre ambos naturalistas, Darwin y Wallace coincidieron y colaboraron en algunos estudios, Wallace enviaba especies a Darwin, quien no abandonaba Down House, y ese fue el motivo principal por el que Wallace envió a Darwin el resultado de sus estudios. Este toque de atención a Darwin provocó que comenzara a trabajar en la redacción de “El origen de las especies”, aunque él nunca quiso escribirlo, según Pardos, su intención era aglutinar en 4 volúmenes la teoría de la selección natural que tanto obsesionaba a Darwin.
Para evitar que el trabajo de Darwin quedara cegado por el de Wallace, sus fieles amigos recuperaron las cartas que el naturalista escribió en 1842 y 1844, los famosos “Sketch” y “Essey” donde ya hacía un esbozo de su teoría. Este hecho fue clave para conceder prioridad al trabajo de Darwin, mientras que Wallace se conformó con el reconocimiento de la sociedad científica de su época.
Creacionismo versus evolucionismo
Darwin no pretendía polemizar ni revolucionar la sociedad de su tiempo con el planteamiento de su teoría evolucionista. Sabedor de lo que podía generar con su publicación siempre habló con prudencia y en tono comedido cuando cuestionaba el creacionismo. Estas fueron algunas de las conclusiones expuestas por Francisco Pelayo, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas quien presentó la evolución y corrientes generadas en torno al darwinismo desde la publicación en 1959 de “El origen de las especies” hasta la actualidad. El debate sigue tan vigente que se registró un lleno total de público en el auditorio de las jornadas para escuchar las explicaciones sobre dicha polémica.
Darwin no se atrevió a plantear una teoría sobre el origen del hombre, sólo hablaba de la evolución a partir de un tronco común, y esta afirmación dejaba abierta la interpretación al creacionismo, no negaba que ese primer organismo fuese obra del gran creador. Sin embargo, en las siguientes ediciones de “El origen de las especies”, Darwin fue introduciendo una serie de cambios, motivados tal vez por la muerte de su hija Annie, de la que decía no comprender cómo el creador permitía esa serie de maldades. Por lo tanto, acabó declarándose agnóstico para ser consecuente con su teoría evolucionista. En las conclusiones de su libro más conocido, Darwin cuestiona que exista un creador que permita los grandes males del hombre, la existencia de espíritus malignos y la no explicación científica a la aparición del alma en el hombre y su creencia en la inmortalidad.
Las críticas no dejaron de sucederse desde ese momento, Darwin, según Pelayo, se defendió de las mismas refiriendo hasta 27 científicos naturalista anteriores a él que habían hablado de evolucionismo. La revolución fue tal que incluso se pensó que las ideas darwinistas provocaron la Primera Guerra Mundial. Surgieron corrientes evolucionistas que se diferenciaron de Darwin por no defender la selección natural, abogando por mutaciones, transformaciones e incluso debidos a catástrofes, pero la polémica entre evolucionismo y creacionismo siempre ha estado vigente. Incluso en la actualidad se le ha pedido al actual Papa que se pronuncie al respecto, Ratzinger cree que existen muchas lagunas de verificación en el evolucionismo, refiriéndose a la perpetua idea de la no generación natural del alma por un proceso evolutivo, incluso están surgiendo nuevas corrientes creacionistas que vuelven a defender la idea de un ser de inteligencia superior para crear un organismo tan complejo.
Para cerrar la sesión del jueves, José Esteve Pardo, Catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Barcelona, intervino para explicar la influencia que tuvieron los descubrimientos científicos tan prolíficos en el siglo XIX, el siglo en el que Darwin planteó su teoría, en las leyes del Derecho. Según Esteve, pensadores como Kant e incluso Roseau ya plantearon la necesidad de adaptar las leyes según los planteamientos de las leyes científicas, porque entendían que si existían leyes que demostraban ciertos hechos físicos entre los cuerpos, debían también existir leyes sobre las relaciones entre los hombres y las sociedades. Se abandonó entonces el concepto de justicia que tan fervientemente se defendía desde la época medieval, para dar prioridad a las leyes surgidas como evolución de las sociedades, como reflejo de la voluntad general. Para Esteve Pardo, lamentablemente este concepto de ley que se adueñó de los sistemas jurídicos y políticos se está degenerando hasta el punto de que se crean leyes que son cajón desastre o simple mercadeo de los grupos políticos, dejando de lado el interés general.
En esta situación actual no se puede volver a recurrir a la ciencia, puesto que ésta ya ha reconocido la limitación de conocimiento y es incapaz de hacer formulaciones exactas sobre temas tan actuales como el cambio climático o las transformaciones genéticas. En este contexto es el que nos encontramos, sentenció Esteve Pardo.
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